Andrés Osses es pintor, vive en Mar del Plata, Argentina, y no sabe cómo se contagió con el virus de la hepatitis C. Descubrió la enfermedad cuando estaba en Bariloche, en un viaje de negocios. A pesar del diagnóstico confirmado, le resultó muy difícil obtener tratamiento en el sistema de salud pública. Hasta 2018, Andrés seguía esperando tratamiento, dos años después de su diagnóstico. Se estima que cada año hay 67.000 nuevas infecciones por hepatitis C en Estados Unidos y 84.000 muertes. Solo el 22% de las personas infectadas crónicamente con la enfermedad en las Américas han sido diagnosticadas y el 18% de ellas recibe el medicamento. Sin medicación, la hepatitis C puede provocar enfermedad renal crónica, cirrosis, cáncer e incluso la muerte. Las personas que viven con hepatitis, como Andrés, no pueden esperar a recibir tratamientos que les salven la vida.