E-news Febrero 2015 DNDi

Dolor a flor de piel.
Leishmaniasis cutánea o cómo una enfermedad no mortal puede ser una amenaza para la vida de las personas

Nacido y criado en el Chocó, en la costa del Pacífico de Colombia, Serafín Moreno, minero de 40 años, hace aproximadamente un año, creía que iba a morir. La primera herida por leishmaniasis cutánea apareció en la frente, la segunda en el brazo. En un mes, las úlceras crecieron y se multiplicaron, tomando todo su cuerpo. «Conté 98 en un momento, la peor y más profunda fue en la frente, herida que ya no podía ocultar. Tampoco podía encontrar trabajo en esa época», cuenta con voz débil. La espera por el medicamento, que nunca llegó, duró dos meses hasta que Serafín tomó el poco dinero que tenía, dejo a su esposa e hijos y se fue a Medellín, a unos 180 kilómetros de distancia de su casa, donde, según escuchó, había tratamiento.

El departamento clínico del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET) de la Universidad de Antioquia en Medellín atrae a los pacientes, como Serafín Moreno, desde todo el país. En Colombia, la leishmaniasis cutánea es una enfermedad endémica en casi todo el territorio nacional, con más de 128.000 casos notificados en diez años, de 2001 a 2011, según la Organización Panamericana de la Salud. “Aunque no es fatal, la forma cutánea de la enfermedad está signada por el estigma social, económico y psicológico «, dice Byron Arana, director del programa para la enfermedad en la DNDi. Se estima que hay en el país unas 10 millones de personas en situación de riesgo, con la transmisión concentrándose principalmente en las zonas rurales. A nivel mundial, se estima que unas 350 millones de personas están en situación de riesgo.
Partiendo desde Medellín en dirección hacia Bogotá por un sinuoso camino a través de las montañas, se encuentra Rio Claro, una región situada entre los Andes centrales y orientales. En Rio Claro, , hay un pueblo llamado Jerusalén, un conjunto de poco más de 100 casas, parecería estar habitado sólo por mujeres y niños. Los hombres están trabajando en las minas de mármol. Alrededor, la vegetación nativa es el hogar de los mosquitos del género Lutzomyia. La zona es endémica para la leishmaniasis cutánea y es raro encontrar a un niño que no haya tenido por lo menos una herida característica de esa enfermedad. Los tratamientos son caseros: jugo de limón o soda cáustica calientes. Las consecuencias son quemaduras que dejan marcas para toda la vida. La alternativa es la aplicación de las dolorosas inyecciones diarias – que pueden ser fatales en algunos casos – adecuadas para el tratamiento de forma visceral de la enfermedad y que sigue siendo la única opción de tratamiento médico para la forma cutánea hasta hoy.

«Es difícil de aceptar que un tratamiento de una enfermedad que no es mortal puede matar a un paciente», comenta Carolina Batista, directora médica de DNDi América Latina.

El programa de DNDi para la leishmaniasis cutánea en América Latina comenzó en 2012. Un estudio llevado a cabo en Colombia está investigando actualmente si una formulación tópica que contiene anfotericina B puede ser un tratamiento más seguro y más eficaz para la leishmaniasis cutánea. El proyecto forma parte de una amplia alianza estratégica entre DNDi y Ruta-N – Ciudad de Medellín – para el desarrollo de la innovación en salud para las poblaciones desatendidas, como las que sufren de la leishmaniasis y de la enfermedad de Chagas.

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